Durante años, la llegada del verano traía consigo un ritual escolar casi universal y con mucho ritmo: «En vacaciones, Santillana» y los famosos cuadernos de vacaciones. Aquellos ejercicios impresos eran una forma de evitar el “olvido estival” y mantener el cerebro activo entre curso y curso. Hoy, sin embargo, el conocimiento ha encontrado nuevas formas de viajar: más rápidas, más accesibles y, sobre todo, más adaptadas a la vida digital.
Las redes sociales se han convertido, sin que nos diéramos cuenta, en pequeñas aulas móviles. Profesores, divulgadores, científicas, historiadores o filólogas crean contenido educativo que cabe en un minuto, se puede ver desde cualquier lugar y llega a millones de personas que, muchas veces, aprenden sin buscarlo.
El aula sin paredes
La idea de aprender fuera del sistema educativo formal no es nueva. Pero ahora tiene nuevas herramientas. Hoy es habitual ver vídeos que explican conceptos de física con una pelota de tenis, hilos que te resumen un siglo de historia en 10 tuits, reels que desarman los mitos del lenguaje o experimentos científicos explicados paso a paso.
Esto ha generado una nueva categoría de aprendizaje: el que ocurre mientras estamos en el transporte público, haciendo scroll en el sofá o esperando nuestra cita para el dentista. Y lo más interesante es que funciona. Porque no se trata de sustituir al colegio, sino de complementar, despertar curiosidad y ofrecer otra manera de acercarse al conocimiento.
Los contenidos que mejor funcionan en redes no son solo correctos: son ágiles, entretenidos y empáticos. No buscan dar una clase magistral, sino encender pequeñas píldoras que enganchen a todos los públicos.
TikTok y su sección STEAM
Aunque TikTok sigue siendo percibido por muchos como una red de entretenimiento, lo cierto es que cada vez hay más contenido educativo de calidad. Uno de los espacios que ha crecido con fuerza es el dedicado a STEAM: ciencia, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas.
En esta sección, disponible en varios países (y casi todo en inglés), agrupa vídeos creados por divulgadores que abordan desde la física cuántica hasta el diseño digital, pasando por programación, arquitectura, robótica o biología. Todo presentado de forma visual, dinámica y comprensible.
La idea es sencilla: acercar el conocimiento técnico y científico a un público amplio, sin perder rigor, y además, usando el estilo de edición basado en vídeos breves. Así, podemos entender qué es una neurona espejo o cómo funciona una impresora 3D en menos de un minuto… y, si quisiéramos saber más, podríamos seguir a esos creadores.
Además, TikTok colabora con creadores y expertos para garantizar que este contenido tenga una base fiable, combatiendo así el ruido y la desinformación que también circulan por internet.
Cuentas que enseñan (y enganchan)
Una de las ventajas de este ecosistema digital es que hay voces para todos los gustos. Algunas cuentas destacadas que están haciendo un trabajo brillante en divulgación educativa, tanto en STEAM como en humanidades, son:
- @quantumfracture (TikTok/YouTube) – José Luis Crespo explica física con animaciones claras y humor inteligente. Ideal para entender temas complejos como relatividad o mecánica cuántica sin que te explote la cabeza.
- @lauradelarosa.docencia (TikTok) – Profesora de lengua y literatura que resume obras clásicas, aclara dudas ortográficas y comparte consejos útiles para estudiantes (y no solo estudiantes).
- @breakingvlad (TikTok) – Química desde Cero. Aprende química básica desde cero para comprender la materia y sus transformaciones.
- @PatriciaFedz (Instagram/TikTok) – Nos pone al día sobre literatura para que aprendamos, de forma sencilla y al más puro estilo de la prensa rosa, las anécdotas, las características y las novedades de la literatura universal.
Cada una de estas cuentas utiliza el formato corto para acercarse a personas que quizás no buscarían esos temas por iniciativa propia. Y ahí está la clave: no es solo enseñar, es hacer que alguien quiera saber más.
Aprender sin darse cuenta
Lo más interesante de esta forma de aprender es que muchas veces no se busca activamente. Simplemente estás navegando por tu feed y te encuentras con un vídeo que te explica por qué el cielo es azul o cómo se dice “murciélago” en diferentes lenguas. Y ahí, en ese instante, algo se queda contigo.
Este tipo de aprendizaje casual, espontáneo, es tan valioso como el formal. Porque alimenta la curiosidad, que es el motor de todo conocimiento. No hay examen, no hay deberes. Solo hay una idea interesante y alguien que la explica bien.
Para todas las edades
Otra gran ventaja es que el contenido educativo en redes no tiene edad. Hay vídeos pensados para estudiantes de instituto, pero también para adultos que quieren entender mejor el mundo, preparar una oposición o simplemente seguir aprendiendo.
También existen proyectos específicos para personas mayores, donde se explican desde conceptos tecnológicos hasta ejercicios de memoria o historia general. Lo importante no es el punto de partida, sino las ganas de seguir avanzando.
Aprendizaje permanente, accesible y cotidiano
Hoy, aprender no exige matricularse en una escuela ni abrir un libro pesado. Basta con seguir las cuentas adecuadas, tener una conexión a internet y algo de tiempo. La clave no está en la cantidad, sino en la frecuencia: si cada día descubres una cosa nueva, aunque sea pequeña, estás avanzando.
El conocimiento ya no es algo que se guarda en una estantería. Es algo que circula, se comparte, se adapta y se reinventa. Las redes sociales, con sus luces y sombras, han abierto una puerta a un tipo de educación más flexible, inclusiva y viva.
Y lo mejor de todo: no hace falta estar de vacaciones para disfrutarla. Basta con tener curiosidad… y hacer scroll con intención.