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¿Redes prohibidas a los menores de 15?

España y Francia han decidido dar un paso al frente en un tema que lleva tiempo sobre la mesa, pero que hasta ahora nadie había impulsado con fuerza a nivel europeo: prohibir el uso de redes sociales a los menores de 15 años. Lo que plantean no es una simple recomendación ni una medida temporal, sino una propuesta conjunta para regular por ley esta cuestión en todos los países de la Unión Europea.

Y esto, aunque suene técnico, e incluso reiterativo, es bastante relevante. Porque hasta ahora cada país ha hecho lo que ha podido o lo que ha querido. En España, por ejemplo, la edad mínima para usar redes sociales es de 14 años; en Francia es de 15, pero solo con consentimiento parental. Y luego están otros países con límites distintos, lo que genera un mapa europeo desigual donde las plataformas digitales, que operan globalmente, acaban saliéndose con la suya sin demasiado esfuerzo.

Lo que proponen ahora España y Francia es sencillo: fijar en toda la Unión Europea un mínimo común. Es decir, prohibir el acceso a redes sociales a los menores de 15 años, sin excepciones. Y no solo sobre el papel. También se plantea implantar un sistema de verificación de edad que sea fiable, real, y que evite lo que pasa hoy: que basta con poner una fecha de nacimiento cualquiera para tener una cuenta con 11 años.

¿Por qué ahora?

Porque la preocupación lleva tiempo creciendo. Padres, madres, docentes, pediatras, psicólogos y expertos en salud mental vienen alertando desde hace años de los efectos negativos que puede tener el uso temprano e intensivo de las redes sociales. Y no hablamos solo de casos extremos, sino de realidades cotidianas: ansiedad, problemas de autoestima, alteraciones del sueño, adicción a la pantalla, exposición al acoso o a contenidos inapropiados… y todo en una etapa en la que el cerebro está aún en formación.

A esto se suma que muchas veces los menores entran en redes sin el conocimiento ni la supervisión de sus familias. Hay niñas de 12 que siguen cuentas de adultos, niños que se ven envueltos en dinámicas de grupo tóxicas sin saber cómo salir, y adolescentes que sienten que su valía depende de los likes que reciben. Y mientras tanto, los adultos a menudo ni saben cómo ayudar, ni entienden del todo lo que ocurre ahí dentro.

Por eso esta propuesta busca marcar un límite. Igual que no dejamos que un niño de 13 conduzca un coche o apueste online, ¿por qué habríamos de permitir que gestione solo una cuenta en una red social, con todo lo que eso implica?

¿Es realista?

Esa es la gran pregunta. Porque una cosa es regular, y otra hacer que esa regulación se cumpla. Hoy por hoy, la mayoría de plataformas como Instagram, TikTok o Snapchat ya dicen en sus términos de uso que hay que tener al menos 13 años para abrir una cuenta. Pero la realidad es que millones de niños menores de esa edad están dentro, y lo están sin ningún tipo de control.

Por eso uno de los puntos clave de esta propuesta es el sistema de verificación de edad. Se habla de usar tecnología como la inteligencia artificial o los sistemas de identidad digital para comprobar la edad real de quien se quiere registrar. Y, por supuesto, sancionar a las plataformas que incumplan la norma.

Pero más allá de la tecnología, lo importante será que los países europeos se pongan de acuerdo. Que no haya grietas ni países “coladero” donde las redes puedan operar sin restricciones. Porque si esto se queda en una intención buena pero aislada, servirá de poco.

¿Y la educación digital?

Una parte del debate gira también en torno a si es mejor prohibir o educar. Hay quienes defienden que, en lugar de restringir el acceso, deberíamos enseñar a los menores a moverse en internet con sentido crítico. Y tienen razón: prohibir por sí solo no educa. Pero educar sin límites tampoco protege.

Lo ideal sería combinar ambas cosas: establecer una edad mínima de acceso, y al mismo tiempo reforzar la educación digital desde edades tempranas. Enseñarles a identificar contenidos falsos, a detectar comportamientos abusivos, a entender que no todo lo que ven en redes es real. Y, sobre todo, acompañarlos. Porque no se trata de demonizar la tecnología, sino de usarla con cabeza.

Lo que viene

Por ahora, esto es una propuesta que España y Francia han llevado a las instituciones europeas. A partir de aquí, otros países pueden sumarse, se abrirán debates, se redactarán borradores legislativos y se discutirá cómo aplicar todo esto en la práctica. No será un camino rápido, pero sí marca una intención clara: proteger a los menores en un entorno digital que, en muchos casos, les sobrepasa.

Y aunque habrá resistencias, matices y muchos puntos por concretar, lo que parece claro es que el debate ya no es si hay que hacer algo, sino cómo y cuándo. Porque mientras hablamos de plazos y competencias, los chavales siguen ahí, conectados, comparándose, expuestos, muchas veces sin filtro.

Darles un poco de tiempo, de protección y de acompañamiento no parece una mala idea.