En un momento en el que el ruido digital, el contenido repetitivo y, a veces, aburrido amenaza con desbordarlo todo, Substack ha conseguido posicionarse como un espacio en el que los que buscan contenidos con profundidad, voz propia y relación directa con su audiencia sea la prioridad. Lo que comenzó como una simple plataforma para enviar newsletters, hoy se ha convertido en un fenómeno que atrae a periodistas, escritores, creadores de contenido y lectores cansados de los algoritmos y la superficialidad de las redes sociales tradicionales.
El auge silencioso de Substack
Substack nació en 2017 con una propuesta clara: permitir que cualquier persona pudiera crear una newsletter y monetizarla directamente a través de suscripciones. Sin publicidad, sin algoritmos, sin ruido. Solo el creador, su contenido y sus lectores.
Aunque durante sus primeros años fue una herramienta de nicho, el contexto ha jugado a su favor. Las constantes crisis de confianza en plataformas como Twitter/X, Facebook o, incluso, YouTube han provocado una especie de migración silenciosa hacia formatos más controlados y personales. En ese escenario, Substack ha crecido de manera sostenida, atrayendo tanto a grandes nombres del periodismo como a microcreadores con audiencias muy fieles.
La clave de su éxito reside en la sencillez de su propuesta y en el modelo de negocio transparente: Substack se lleva una comisión del 10% de las suscripciones pagadas, sin intermediarios ni publicidad invasiva. Esto no solo ha permitido que muchos creadores puedan vivir (o al menos complementar sus ingresos) con sus contenidos, sino que ha reforzado la idea de comunidad y pertenencia entre lectores y autores.
Un ecosistema en expansión
Lejos de quedarse en una plataforma para newsletters, Substack ha evolucionado hacia un verdadero ecosistema de contenidos. Hoy en día permite también publicar podcasts, ofrecer comentarios y debates en hilos privados (similar a un foro o red social), y lanzar publicaciones gratuitas y de pago con la misma facilidad.
Además, su reciente herramienta de descubrimiento —una especie de feed editorializado— ha cambiado las reglas del juego: ahora los lectores pueden explorar y suscribirse a otros boletines recomendados, generando un efecto red muy potente. En otras palabras, el crecimiento orgánico no depende de complacer a un algoritmo, sino de la calidad percibida y las recomendaciones entre autores.
¿Está Substack eliminando a la competencia?
Una pregunta inevitable cuando una plataforma crece tanto es si está destinada a reemplazar a otras. ¿Podría Substack llegar a sustituir a Twitter/X como espacio de conversación? ¿Tiene el potencial de reemplazar a medios tradicionales o a plataformas como Medium (una plataforma de blogs creada por los cofundadores de Twitter) o Patreon (Puedes vender publicaciones a las que puedan acceder tanto los miembros con suscripciones de pago o gratuitas como todos los miembros)?
La respuesta corta es: no exactamente. Pero sí está cambiando las reglas del juego.
Substack no compite con las redes sociales en el sentido tradicional. No busca viralidad instantánea, ni prioriza el scroll infinito. Es una experiencia más pausada, más íntima. La apuesta es, sobre todo, por el contenido largo, bien pensado, que genera confianza y fidelidad. En ese sentido, no pretende ser la nueva red social, sino una alternativa sólida para quienes buscan algo diferente.
Lo que sí es cierto es que está erosionando poco a poco el dominio de las plataformas más grandes en ciertas áreas clave:
- Periodismo independiente: Cada vez más periodistas están abandonando medios tradicionales para tener control total de su contenido, su audiencia y sus ingresos. Substack les da las herramientas y, sobre todo, la independencia.
- Comunidades de nicho: Las redes sociales generalistas tienen dificultad para sostener comunidades pequeñas pero activas. Substack, en cambio, es ideal para creadores con audiencias reducidas pero comprometidas.
- Economía del creador: Frente al modelo publicitario de plataformas como YouTube o Instagram, Substack propone una relación directa: si haces buen contenido, tus lectores pagan por él. Es un modelo más sostenible y menos dependiente de terceros.
Críticas y desafíos pendientes
No todo es perfecto en Substack, y su crecimiento también ha traído consigo críticas. Algunos apuntan a la falta de moderación de ciertos contenidos, especialmente aquellos que bordean la desinformación o promueven discursos extremos. La empresa ha respondido defendiendo la libertad de expresión y dejando en manos del lector decidir a qué suscribirse, pero no deja de ser un tema delicado.
También existe el riesgo de que, con el tiempo, la plataforma se enfrente a los mismos dilemas que otras redes: ¿cómo escalar sin perder identidad? ¿Cómo atraer a nuevos creadores sin que la calidad se diluya? ¿Cómo gestionar una comunidad diversa sin caer en la censura ni en el caos?
Además, hay una barrera importante: el modelo de pago. Aunque muchos usuarios valoran el contenido de calidad, no todos están dispuestos a suscribirse a múltiples boletines. En este sentido, Substack aún tiene que resolver cómo facilitar la vida al lector medio sin desincentivar la monetización de los autores.
Un futuro con más voces y menos ruido
Pese a estos desafíos, el futuro de Substack parece prometedor. En un entorno saturado de información, donde todo compite por atención y clics, la idea de suscribirse a una voz confiable, recibirla directamente en tu bandeja de entrada y apoyarla económicamente tiene un atractivo difícil de igualar.
¿Eliminará a la competencia? Probablemente no. Pero sí está obligando a muchas plataformas a replantearse su modelo. Si algo ha demostrado Substack es que todavía hay espacio para la profundidad, la autenticidad y la conexión directa. Y en una era de saturación digital, eso ya es una pequeña revolución.
Como diría uno de sus autores más leídos: menos scroll, más lectura. Tal vez no sea el fin de las redes sociales, pero sí el principio de algo mucho más interesante.