Cada verano, miles de personas deciden su destino de vacaciones no por lo que quieren visitar, sino por lo que han visto en redes sociales. Basta una imagen viral, un reel con música pegadiza o una influencer posando en un rincón pintoresco, para que un lugar desconocido se convierta, de un día para otro, en el sitio “donde hay que ir”.
No es magia. Es el algoritmo.
Instagram, TikTok y otras redes han cambiado por completo nuestra forma de viajar. Y no es solo cuestión de moda: han creado un nuevo tipo de turismo, que podríamos llamar «turismo de likes». Un turismo basado en la imagen, en la estética, y en cómo se verá ese lugar en nuestro perfil.
Sitios que explotaron por las redes
Aquí van algunos ejemplos de destinos (locales y globales) que se volvieron virales, para bien y para mal:
1. Setenil de las Bodegas (Cádiz)
Este pequeño pueblo andaluz, con sus casas construidas bajo enormes rocas, era un lugar tranquilo y casi desconocido para muchos. Hasta que empezó a aparecer en Instagram como “uno de los pueblos más bonitos de España”. El resultado: miles de visitantes diarios, problemas de tráfico, y vecinos que no pueden ni salir a hacer la compra sin sortear cámaras y palos de selfie.
2. Columpio de Bali (Indonesia)
Un simple columpio colgado en una ladera con vistas espectaculares a la selva. Se hizo viral por las fotos de influencers que parecían volar sobre el paraíso. Hoy en día, el columpio es parte de un circuito turístico, con entrada de pago, filas de más de una hora y decenas de personas esperando su turno para hacerse la misma foto. Y se ha puesto en cientos de lugares más.
3. Hallstatt (Austria)
Este pueblo de cuento, junto a un lago y rodeado de montañas, parecía un lugar sacado de una postal navideña. Tras volverse famoso en Instagram (y por haber inspirado un escenario de la película Frozen), el turismo se disparó hasta los 10.000 visitantes al día… en un lugar donde viven menos de 800 personas. Hallstatt tuvo que limitar la entrada de autobuses y plantearse restringir el acceso.
4. Cala Macarelleta (Menorca)
Durante años fue una cala escondida, conocida solo por locales y senderistas. Hasta que se convirtió en protagonista de publicaciones veraniegas en redes. La masificación fue tal que las autoridades se vieron obligadas a restringir el acceso en coche, crear un servicio de lanzadera y pedir a los visitantes que no se salieran de los caminos para proteger la vegetación.
5. El mirador del Fitu (Asturias)
Ubicado entre la costa y los Picos de Europa, el Fitu ofrece unas vistas espectaculares de mar y montaña. Desde que las redes lo convirtieron en parada obligatoria —especialmente por su peculiar estructura circular y su fotogenia al amanecer—, ha pasado de ser un alto en el camino para senderistas a un lugar con colas para aparcar, visitantes subiendo a la barandilla para la foto perfecta y cierta sobrecarga en épocas estivales. Un lugar espectacular que necesita que lo cuidemos como lo que es: naturaleza en estado puro.
6. Chefchaouen (Marruecos)
Este pequeño pueblo del Rif, con sus calles pintadas de azul, era una joya tranquila del norte de Marruecos. Pero su estética irresistible lo convirtió en fondo habitual para influencers, marcas de ropa y sesiones de fotos improvisadas. Hoy en día, hay más visitantes que residentes en temporada alta, y las autoridades locales han tenido que replantearse cómo gestionar un turismo que muchas veces no consume ni respeta las costumbres locales.
7. Playa de las Catedrales (Lugo)
Uno de los parajes naturales más espectaculares de la costa gallega. Durante años fue un secreto a voces entre los amantes de la costa del Cantábrico, pero las redes sociales la catapultaron al estrellato. Su fama creció tanto que, para evitar su deterioro, la Xunta de Galicia estableció un sistema de acceso controlado en verano y Semana Santa. Solo se puede visitar con reserva previa, especialmente cuando la marea baja permite caminar entre los arcos y formaciones rocosas. Un ejemplo claro de cómo una medida de protección puede equilibrar turismo y conservación.
¿Qué buscamos cuando viajamos?
Las redes han cambiado lo que esperamos de un viaje. Ahora ya no basta con disfrutar, queremos mostrar que disfrutamos. La foto ha pasado a ser casi tan importante como la experiencia.
Esto no es algo necesariamente negativo: muchos lugares han ganado visibilidad gracias a las redes. Han llegado turistas, inversión y desarrollo local. Pero cuando la exposición digital no va acompañada de gestión ni planificación, el impacto puede ser devastador.
El problema no es la foto. Es el comportamiento que puede venir después:
- Gente que se salta las normas para conseguir “la foto perfecta”.
- Espacios naturales pisoteados por salirse del camino.
- Negocios que suben precios para adaptarse al turismo masivo.
- Pueblos que pierden su identidad al convertirse en decorado.
¿Qué podemos hacer para proteger los lugares que visitamos?
La solución no está en dejar de viajar ni en cerrar Instagram. Pero sí podemos cambiar cómo lo hacemos. Aquí van algunas ideas:
1. Investiga más allá de la foto
Antes de ir a un sitio viral, infórmate. ¿Está preparado para recibir visitantes? ¿Hay normas o restricciones? ¿Es un espacio protegido?
2. Sé respetuoso con el entorno
No pises zonas prohibidas. No hagas ruido en pueblos pequeños. No uses drones sin permiso. Y sobre todo: no dejes basura.
3. No todo tiene que salir en redes
Está bien compartir, pero no hace falta grabar o fotografiar cada minuto. Algunos momentos merecen quedarse fuera del móvil.
4. Visita lugares menos conocidos
Si todo el mundo va al mismo sitio, ¿por qué no buscar una alternativa? Asturias, sin ir más lejos, está llena de rincones espectaculares que aún no han sido “colonizados” por las redes.
5. Apoya lo local de verdad
No vayas solo a hacerte la foto. Consume en los negocios del lugar. Respeta los horarios. Interactúa con las personas.
Conclusión
Viajar es una de las mejores cosas que podemos hacer. Nos abre la mente, nos da recuerdos y nos conecta con otras formas de vida. Pero viajar solo por la foto… es como leer solo por la portada.
Este verano, antes de decidir tu destino por lo bien que se ve en Instagram, piensa si también se vive bien en ese sitio. Porque un pueblo no es un escenario. Y una playa no es un filtro.
Hay muchas formas de hacer turismo. Elige la que te permita disfrutar, respetar y dejar huella… sin dejar huellas.