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Las redes sociales ya no conectan: una mirada crítica y constructiva

cardo borriquero

Hubo un tiempo en que abrir una red social era emocionante. Todo era nuevo: reencontrarse con antiguos amigos, compartir fotos sin filtros, descubrir música o eventos en tu ciudad, ver cómo otros pensaban en voz alta sin temor a no ser perfectos. Hoy, quince años después del boom de las redes, muchos sienten que algo esencial se ha perdido: el contenido real. Las plataformas son más sofisticadas, sí, pero también más ruidosas, más adictivas, e incluso, más impersonales. Lo que nació como una herramienta para unirnos parece, en ocasiones, haberse convertido en una maquinaria que separa, satura y agota.

Pero no todo está perdido. Este es un buen momento para detenerse, observar y redescubrir el valor real de las redes sociales. Incluso en su desgaste, hay margen para reconstruir una experiencia más humana, más consciente y más útil.

De cronologías sinceras a algoritmos que deciden por nosotros

Durante años, las redes sociales han evolucionado desde líneas de tiempo cronológicas hacia sistemas de recomendación que deciden por nosotros qué ver. El contenido de amigos y personas cercanas ha cedido protagonismo a publicaciones virales, influencers que no conocemos y anuncios cada vez más bien dirigidos que nos persiguen en esa búsqueda insaciable de rentabilizar las redes sociales. La pérdida de control sobre lo que consumimos en las redes sociales ha hecho que muchos sientan que ya no están en redes para compartir, sino para ser arrastrados por un flujo constante de ruido y publicidad.

Aún así, ese desencanto también ha despertado un movimiento de usuarios que buscan reconectar con lo esencial: compartir lo que realmente importa, seguir solo lo que les aporta o puede aportar y crear en lugar de simplemente consumir.

Cuando todo falla, lo humano resiste. El apagón.

El reciente colapso de las redes y servicios digitales durante un apagón generalizado en España puso a prueba algo que muchos daban por hecho: que las redes sociales estaban siempre ahí, listas para informar, acompañar y conectar. En cambio, lo que muchos vivimos fue desinformación, confusión y una sensación de aislamiento inesperada. Antes, entrábamos en Twitter en busca de la información más actualizada hecha por y para los usuarios, ahora, entramos y quizá lo que nos hemos encontrado en esos momentos de conexión es cómo se han cargado los anuncios publicitarios que ni tan siquiera nos interesan o contenido pasado sugerido por las propias redes.

Paradójicamente, ese vacío sirvió para valorar más otras formas de comunicación: la llamada directa, la información verificada, la voz humana. En momentos de crisis, las personas buscaron lo más simple y lo más cercano. Me refiero a los medios de comunicación más tradicionales, la prensa digital, la radio a pilas o, las llamadas a las personas que creíamos que podrían aportarnos información por su puesto de trabajo.

Y es aquí donde reside la oportunidad de recuperar esa esencia también en tiempos de normalidad.

Lo que realmente queremos: menos espectáculo y más verdad

A pesar del impacto de las redes, las nuevas generaciones siguen demostrando que el contacto cara a cara sigue siendo su forma preferida de relacionarse. Hablan por mensajes, sí, pero se encuentran en persona, valoran los vínculos reales, aprecian lo que no se puede medir en “me gusta”.

Es un recordatorio de que las redes no sustituyen la vida, solo pueden (y deben) acompañarla. Y en esa diferencia está la clave de su redención. Cuanto más se parezcan a una plaza donde conversar, y menos a un escenario donde actuar, más sentido tendrán.

Así es dónde las empresas crean contenidos cada vez más personalizados, cada vez más humanizados y, por supuesto, orientados a comunicarse tu a tú con su audiencia, la que en la mayoría de los casos irá a su negocio físico a comprar y hablar con nuestro tendero de confianza.

Redefinir el uso: no basta con consumir, hay que participar

Parte del agotamiento con las redes viene de la pasividad. Horas y horas de scroll infinito, adictivo, sin aportar, sin dialogar, sin un propósito claro, más allá del puro entretenimiento. Y, cuando uno decide usar las redes con intención —ya sea para compartir un proyecto, difundir una causa, aprender algo nuevo o simplemente conectar de forma auténtica— todo cambia.

Es ahí, en ese contexto de la creación, en el que surgen pequeñas comunidades que se apoyan, creadores que comparten con honestidad, cuentas que informan sin manipular, espacios donde lo que prima no es el número de seguidores, sino la calidad de las conversaciones.

Y este es el camino: redes más lentas, más humanas, más cercanas. No será la tendencia dominante, al menos de momento, pero es una tendencia creciente y con enorme potencial que debemos seguir muy de cerca, tanto si somos usuarios como si somos empresas que quieren tener presencial en el entorno digital.

Educar, cuestionar, elegir

Para que las redes sociales evolucionen hacia un modelo más positivo, no basta con criticar sus fallos, que todos los vemos y somos conscientes de ellos. Hace falta educación digital: aprender a detectar cuándo una red te atrapa en bucles de dopamina, cuándo estás consumiendo desinformación, cuándo te están vendiendo algo disfrazado de amistad o estilo de vida. No es fácil en un entorno lleno de gurús y expertos en hacer dinero de la nada…

Tenemos que aprender a escoger: seguir cuentas que sumen, usar herramientas para limitar el tiempo de uso, compartir con propósito, no solo por inercia. Recuperar el control es posible, aunque requiere atención y un poco de valentía.

Lo que viene puede ser mejor

Las redes sociales no van a desaparecer, no es necesario que lo hagan y nos hagamos haters de uso. Debemos dejar a un lado la sensación de que no podemos hacer nada frente a su dinámica, valorar la privacidad, buscar una experiencia menos invasiva con políticas (que pueden parecernos descabelladas) como la de pagar por el uso sin contenido basado en nuestros intereses. ¿Acaso no pagamos los contenido bajo demanda y los canales temáticos de la televisión? Las redes sociales, al igual que los medios tradicionales, deben evolucionar y cambiar.

El que estemos hablando y reflexionando, no sé si por la falta de información del apagón, si por la morriña de ver que todo ha cambiado o, simplemente, mejorar como creadores de contedido.. ya es una buena señal, significa que vemos las redes sociales con una mirada crítica y, a la vez, constructiva sobre lo que son y lo que deberían ser las redes sociales.

Las redes sociales no son lo que eran, pero todavía pueden ser mucho más de lo que hoy son. Pueden volver a ser herramientas de conexión real, plataformas para el aprendizaje, espacios donde compartir sin máscaras. No será inmediato ni fácil, pero está en nuestras manos. Porque no son las redes las que moldean a la sociedad, sino la sociedad la que tiene el poder de moldear sus redes.